By Mark WattsDirector Ejecutivo de C40 Ciudades y Laurence Tubiana, Director Ejecutivo de la Fundación Europea del Clima y Enviado Especial a Europa para la COP30
La COP30 de este noviembre marca un decenio desde que 196 Estados firmaron el Acuerdo de París sobre una respuesta colectiva a la crisis climática. A pesar de los alentadores avances, la brecha entre los compromisos y los resultados sigue siendo peligrosamente amplia. Las políticas aislacionistas, las crisis económicas y la inestabilidad geopolítica están socavando el progreso del Acuerdo; algunos afirman que de forma irreparable.
Al igual que millones de personas en todo el mundo, ambos sabemos que la cooperación multilateral sigue siendo la única vía viable. La lógica del poder duro y la geopolítica de suma cero, cada vez más en boga en algunas capitales, no tiene respuesta a la crisis climática: solo negación y demora.
La tarea esencial de la COP30 en Belém debe ser renovar el impulso, restablecer la confianza y acelerar la acción, no regateando sobre nuevas cláusulas sino actuando de inmediato sobre lo que ya se ha acordado.
Este esfuerzo debe centrarse en las ciudades y regiones. ¿Por qué? Porque están avanzando más y con mayor rapidez que nadie. Para ellas, el cambio climático no es una amenaza lejana, sino una realidad cotidiana que ya afecta la vida, la salud y el sustento de sus residentes. En primera línea de la crisis climática, las autoridades locales están actuando, avanzando más y con mayor rapidez que nadie, no solo por ambición, sino por necesidad.
Los resultados hablan por sí solos. En el C40 Red, una coalición de casi 100 de las principales ciudades del mundo comprometidas con el liderazgo climático, el 75 % de las ciudades miembro están reduciendo las emisiones per cápita más rápido que sus gobiernos nacionales. Todas C40 Las ciudades tienen planes de acción alineados con los objetivos de París.
Los gobiernos subnacionales también son clave para que el sistema climático global sea más responsable, un cambio crucial para pasar de los compromisos a la implementación. Las ciudades se exigen cada vez más altos estándares: publican informes anuales de progreso y adoptan presupuestos climáticos anuales que alinean el gasto con los objetivos climáticos. Se debería invitar a los gobiernos subnacionales a contribuir al Balance Global del Acuerdo de París, un proceso quinquenal para evaluar el progreso colectivo e identificar las necesidades adicionales.
Es crucial que los gobiernos locales comprendan que las políticas climáticas deben generar justicia social y económica, la base de la confianza pública. Las medidas regresivas y mal diseñadas inevitablemente provocan reacciones negativas, profundizan la desigualdad y alimentan la desinformación.
Las ciudades y regiones ya están demostrando que una transición justa es posible, diseñando políticas que reparten equitativamente los costos y beneficios y responden a las preocupaciones locales. En Accra, las iniciativas para un aire limpio se centran en los barrios de bajos ingresos más afectados por la contaminación. En Barcelona, los refugios climáticos priorizan a los grupos vulnerables, ofreciendo refugio contra el calor extremo en escuelas y edificios públicos.
La visión detrás del Acuerdo de París siempre reconoció el papel esencial de los actores subnacionales: trabajar junto con los gobiernos nacionales y, en algunos casos, intensificar sus esfuerzos cuando estos fallan. Las ciudades y regiones pueden y desean hacer más. Pero con demasiada frecuencia se ven frenada, tanto política como financieramente. La COP30 es el momento de cambiar esto: elevar el liderazgo subnacional de los márgenes al centro de la gobernanza climática y marcar el inicio de una nueva era de multilateralismo.
Necesitamos que los COP sean un servicio de entrega y no sólo un lugar de discusión.
Los cimientos ya están en su lugar. La Coalición para una Alianza Multinivel de Alta Ambición (CHAMP), lanzada en la COP28, ahora incluye a 75 países comprometidos con la integración de ciudades, regiones y otros actores subnacionales en la toma de decisiones climáticas. Representa el mandato político más sólido hasta la fecha para la colaboración multinivel. En la COP30, los países de CHAMP deberían presentar delegaciones inclusivas que reflejen este compromiso, con la participación de líderes locales. Deberían demostrar cómo la coordinación entre los niveles de gobierno está convirtiendo las promesas en resultados tangibles y compartir lecciones que otros puedan adoptar.
El financiamiento es una limitación crítica. Actualmente, muy poca financiación climática llega a los niveles municipal y regional, a pesar de que es ahí donde se lleva a cabo gran parte de la implementación. Para abordar esto, cada banco de desarrollo debería establecer un programa específico para apoyar los planes climáticos subnacionales. El Banco Interamericano de Desarrollo ya ha avanzado en este ámbito y debería ser invitado a convocar a sus homólogos en la COP30 para acelerar la reforma.
Es hora de un cambio cultural que incorpore plenamente a las ciudades y regiones a la gobernanza climática. No se trata de dar a los gobiernos subnacionales un lugar en la mesa de negociaciones, sino de reconocerlos como socios indispensables para un esfuerzo más responsable y orientado a la consecución de nuestros objetivos climáticos compartidos.
El futuro de la acción climática no se ganará solo en las salas de negociación y los ministerios, sino en las calles, los barrios y las comunidades donde el cambio ya está en marcha. Las ciudades y las regiones no solo son el escenario donde se cumplen los compromisos globales, sino que también impulsan una mayor ambición desde la base, mostrando lo que es posible e impulsando a otros a seguir su ejemplo. Pero solo pueden desempeñar este papel si se les empodera adecuadamente: con voz en las decisiones, un papel en la rendición de cuentas y acceso a la financiación.
Este artículo fue publicado originalmente en Globo el 23 de junio de 2025.